Cumplido el ciclo electoral presidencial quedan varias reflexiones.
Funcionó la maquinaria clientelar del gobierno y su capacidad de
movilización, lo que permitió garantizar los votos para ganar las
elecciones. Vivimos propios y extraños un verdadero festival de dinero,
chantaje y amenazazas que logró ablandar y conquistar el voto de muchos
venezolanos que con temor sintieron que Capriles podría cuestionar lo
que perciben como conquistas. Fue incesante el fuego propagandístico del
gobierno quien de forma abusiva repetía incasablemente el supuesto
riesgo que corrían los sectores populares. Tres cañones financieros
empleo el gobierno para asegurarse el triunfo. El gobierno central
desplegó toda su capacidad de gasto, a lo cual siguió la endeudada PDVSA
y el Banco Central de Venezuela como financista del Ejecutivo. Jamás en
la historia de Venezuela en un año electoral se había gastado tanto
dinero como lo erogado en 2012. Ya veremos sus consecuencias.
Un resumen comparativo de los resultados de los últimos comicios dan
cuenta que en lugar de crecer, el caudal electoral de Hugo Chávez ha
disminuido, tal como se aprecia en el gráfico adjunto. En concreto,
entre 2012 y 2006, el padrón electoral aumentó en 3.300.000 votantes.
Si comparamos la votación obtenida en 2006 con la de 2012, Hugo Chávez
incrementó su votación en aproximadamente 700.000 electores. Por su
parte, Henrique Capriles, al obtener 6.500.000 votos en estas
elecciones, ello representó un aumento de 2.100.000 votantes con
relación a la obtenida por Manuel Rosales en 2006. Ello sugiere que del
total de nuevos electores, Capriles capturó el 80% mientras que Hugo
Chávez se llevó el 20%. Esto claramente refuerza el liderazgo de
Capriles como conductor de las fuerzas democráticas de Venezuela. De
aproximadamente 14.500.000 personas que votaron, el 45% no cayeron
cautivados por la propuesta de Hugo Chávez y además no fueron permeables
al vendaval monetario que circuló por Venezuela. Ello le confiere a
las fuerzas democráticas un piso fundamental para iniciar una cruzada
política en Venezuela que se proponga dos objetivos. En primer lugar,
contener el avance de un proyecto claramente autocrático con visos
totalitarios y en segundo lugar, de manera paciente pero sostenida,
desalojar a Chávez del poder en las próximas elecciones, cualquiera sea
la fecha.
La tarea inmediata, sin embargo, es emplear los votos obtenidos en
las entidades regionales para ganar gobernaciones. La evidencia
estadística sugiere que no hay un traspaso de votos presidenciales a
gobernadores y alcaldes en el caso del chavismo. Parte de la fuerza que
se identifica con el presidente Chávez, sufraga por él cuando es
presidente, pero no necesariamente por el abanderado del PSUV para los
comicios a gobernador o alcalde. Ello abre una oportunidad para
conquistar gobernaciones donde la brecha electoral no es significativa.
Sin embargo, la tarea inmediata está precedida por otra no menos
importante: neutralizar los pequeños focos que usando y siendo usados,
andan propagando la especie nunca probada del fraude lectoral. Ello
tiene un efecto político devastador en nuestro electorado al inhibir el
voto. Para los aventureros de la política, para quienes nunca han hecho
el esfuerzo de construir una organización y llevar una propuesta al
país, ello no importa. No ponderan que al perderse la confianza en el
voto el camino que quedaría entonces es el más difícil: el de la
insurrección. Este atajo no podemos transitarlo porque allí si
terminaríamos de atornillar a Chávez en el poder hasta el final de su
existencia. Ese fue el error de 2004 y que todavía estamos pagando. La
gran mayoría de los propagandistas del fraude desaparecieron de la
escena pero quedó su efecto nocivo.
Debe Capriles recuperar la fuerza, la voluntad y comenzar
gradualmente a recorrer el país para llevar un mensaje de aliento a sus
millones de seguidores, seguir exponiendo su política, mantener la
visibilidad y ayudar a los candidatos a gobernaciones. Con ello
preservaría su liderazgo y potenciaría sus posibilidades.
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