Parece mentira, pero es cierto, caminar por las calles de los municipios del estado portuguesa ya no es tan fácil como era antes, especialmente en las ciudades gemelas (Acarigua – Araure). Ahora, es común que, al despedirnos, nos digamos “ten cuidado”, “mosca en la siguiente esquina”. Nadie está exento de ser víctima de un asalto o cualquier acto de violencia. Lo más cumbre del caso a mí entender la situación cada día tiende a empeorar.
Los únicos que manifiestan que la inseguridad es una sensación, son quienes ostentan el poder, específicamente el gobernador del estado y la cuerda de incapaces que son parte de su tren ejecutivo de gobierno que no genera ni frio, ni calor para los portugueseños. Los susodichos con el mayor descaro del mundo, insisten en torcer una verdad del tamaño del Templo Votivo donde reposa nuestra patrona la Virgen de Coromoto, tanto así, los jerarcas policiales estadales señalan que Portuguesa en una de las entidades más seguras del país.
Ante esta realidad, los portugueseños no tenemos nada de que asombrarnos por tanta irresponsabilidad e incapacidad al respecto, no hay plan o acción que valga para contrarrestar a la inseguridad, un flagelo latente que hoy tortura y persigue a todos los portugueseños sin excepción. El gobierno de turno, desconoce que la seguridad ciudadana es un bien público que el Estado debe garantizar y proteger. En pocas palabras, entre sus funciones está enfrentar la violencia y fomentar la seguridad a toda costa.
Todo ello, ha creado un clima tenebroso y hostil entre nosotros; hoy somos parte un ambiente de desconfianza, desesperanza y desánimo e impotencia abismal. Los ciudadanos no se resignan y se niegan a morir en manos de la inseguridad asumiendo una actitud y un comportamiento desafiante ante un enemigo común, un enemigo que está causando serios daños en nuestras vidas. Probablemente esta no sea la actitud adecuada, ya que la inseguridad y violencia son temas de alta complejidad y tienen que ser analizados sistemáticamente, ya que son varios los factores a tomar en cuenta, para enfrentar con éxito esta problemática.
Mientras el gobierno de Castro Soteldo, no comprenda que la voluntad política deberá ir de la mano con los recursos económicos adecuados y con un estricto mecanismo de control, por ello es que es muy difícil la lectura de la problemática de inseguridad por parte de ellos, ya que los problemas en las propias instituciones de seguridad, justicia y prisiones, no tienen cuando acabar.
En esas condiciones no veo en el horizonte una solución a corto ni mediano plazo, los factores de riesgo se incrementan apuntando a una mayor tendencia de delitos. Ante este panorama oscuro y minado de improvisaciones, surge como una posible asumir una cultura de seguridad preventiva ciudadana. Finalmente soy un convencido que debemos focalizar el delito, hacer que los gobiernos locales sean los que lideren la seguridad en sus respectivas jurisdicciones, se pueden poner en marcha desde estos gobiernos una serie de programas y alternativas que puedan en un largo plazo minimizar este flagelo. Deberían retomarse aquellas mesas que analizaban y recogían propuestas por cada problema, con la diferencia, esta vez, de ser pluralistas y aplicables.
Edgar Rivero
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