¿Qué hacer?, es la interrogante  más común que se hacen los ciudadanos a diario en las colas, en los hospitales, en las plazas de los pueblos, en las calles, en las comunidades y cualquiera otro espacio social que les permita expresar esta interrogante como símbolo de impotencia y frustración ante una situación  política - económica cada vez más crítica y agobiante para el país.
Una interrogante que se hace cada vez mas repetitiva e intensa en el quehacer cotidiano de las amas de casa,  de los padres, de los jóvenes, de los abuelos.  Una interrogante que sin dudas, propicia una serie de respuestas, todas lógicas por cierto, unas acertadas y otras no muy acertadas, estás últimas son las vinculadas a las soluciones extremas, que ya, por experiencia  se conocen por arrojar con objetivos y metas incumplidas y su desapego al marco legal vigente, favoreciendo finalmente al gobierno de turno. 
Es por ello, sin pretender ser un erudito de la política, me he atrevido en esta ocasión a configurar una respuesta fundamentada en dos propósitos a mi entender cruciales para construir un camino real para propiciar cualquier tipo de solución en el plano del civismo y la tolerancia democrática entre nosotros como hermanos de una misma patria, llamada Venezuela. 
Esa respuesta se fundamenta, es algo extremadamente sencillo, algo conocido más no implementado por nosotros los portugueseños en pasadas ocasiones con la eficacia y la eficiencia recurrente. En esta oportunidad apuesto y confío que debemos hacerlo para poder ser parte de esa gran solución que despierta el ya conocido. ¿Qué hacer? No es otra cosa que activar desde el punto de vista organizativo un plan de parroquialización en todos los municipios que comprenden la geografía del estado portuguesa y la otra es generar un discurso despolarizador que nos permita no sólo  ir a un encuentro entre los nuestros, sino también buscar los mecanismos para encontrarnos con los sectores disidentes y descontentos del oficialismo.
Probablemente, mi respuesta podría catalogarse de simplista, pero el hecho radica que en la medida que sigamos  formulando  acciones inviables y se pierda un tiempo provechoso favorecemos a quienes desgobiernan el país. De allí, la necesidad de asumir con entereza y disposición ser parte del cambio que requiere la nación.  La parroquialización nace desde el núcleo familiar, no amerita ser militante de ninguna organización política, implica voluntad, organización y mucho trabajo integrado entre los vecinos y amigos de un sector determinado, tiene como objetivo generar la activación del equipo o comando del centro de votación más cercano y conllevar en las medidas de las posibilidades acciones sociales inherentes al acontecer político de la comunidad con la intención de sumar la mayor cantidad de afectos y adeptos . 
Sumado a todo esto,  tiene cabida la despolarización,  implica deponer de actitudes, no seguir cayendo en la trama de la división, todos somos favorecidos o en su defecto afectados. Es clave comprender que la política, la cual  debemos desarrollar por medio de nuestras acciones  implica reconocer objetivos comunes, identificar cuotas de poder, negociar, encontrar vías para lograr esas metas de todos. La polarización desactiva el poder político de las personas y los grupos, y es la causa por la cual este tremendo sufrimiento económico que sentimos hoy en día no tiene expresión política posible.
Finalmente, lo plasmado aquí en este ensayo escrito no es ningún descubrimiento científico, pero seguro estoy, que  es una respuesta elocuente a ese clamor que día a día nos topamos en la calle, queda pues de parte de los responsables de nosotros los responsables de conducir los partidos políticos, impulsar, motivar y concretar todas las energías y empeño necesario para hacer de estas premisas algo real y gratificante en garantía de un futuro seguro para Venezuela y por ende para los portugueseños. 
Edgar Rivero

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